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Enseñar y aprender compasión....Una historia del aula de clase

La niña nueva que visita nuestro salón de clases no levanta ni un metro del suelo. Su nombre y estructura corporal son chinas, pero su ascendencia china es sólo una de las tantas que corren en su torrente genético y tal vez ya se haya secado o perdido en medio de su cultura norteamericana adquirida.

Incluso antes de conocerla en persona, Lotus llegó a mí buscando su identidad perdida. Para todos los que se atrevían a preguntar era una niñita desorientada que vagaba por los pasillos de la escuela, siempre en compañía de adultos con expresión preocupada. En el momento en que puso pie en mi escuela, decidió jugar a las escondidas para atraer la atención de todos los maestros o, tal vez, lo que en realidad tenía en mente era atrapar la imaginación de cientos de niños a quienes les habría encantado hacer lo que ella sabía hacer mejor: ESCAPAR.

El fin de semana antes de que me trajeran a Lotus a mi salón de clases, que en realidad es una sucursal del paraíso, con ángeles que vuelan alrededor, niños profundamente tristes que vienen durante uno o dos años para recuperar el antiguo hábito de sonreír y otros seres inmaduros que han decidido permanecer en la zona de confort de la niñez durante un tiempo más, Lotus consideraba que mi salón era el sitio donde a los niños autistas, imbéciles e inútiles se les mantenía a raya. El primer intento de la maestra de educación especial de dejarla con nosotros por un rato, terminó con ella escapando, aterrorizada, quién sabe a dónde, a algún sitio oculto de la escuela.

Lotus no regresó ese día, ni al día siguiente, ni el próximo, ni ninguno de los días restantes y su imagen y su presencia se perdieron entre las horas de descubrimiento de nuestras excursiones educativas.

Durante un par de días no tuvimos señales de Lotus. Nadie le había dicho la verdadera naturaleza de mi salón de clases: el último de la fila y el más cercano al pasto más verde y al patio de juegos más grande. De modo que continuamos con nuestras actividades, aprendiendo sobre este mundo, pero con un toque mágico, totalmente aislados de las preocupaciones y tribulaciones de las pruebas estandarizadas, los recortes presupuestarios y otras pesadillas relacionadas con la escuela. En alguna parte de mi corazón, Lotus había atrapado mi imaginación. Tal vez mi salón de clases era el sitio a donde escapaban todas las almas y, sin saber por qué, muy adentro, Lotus lo había estado buscando y no sabía cómo llegar.

Supe por otros maestros que vagaba por los pasillos, se ocultaba en los jardines, mientras hablaba consigo misma y caminaba sin percatarse de nosotros, como si no

existiéramos. Estábamos tan ocultos del público que simplemente no nos veía.

El fin de semana antes de que Lotus nos encontrara, sentí la necesidad de comprar una caja pequeña de creyones de cera (Crayola), llena de pequeños colores. La cajita era para la niña nueva que venía en camino. Eso fue lo único que sentí. Al igual que una madre en la dulce espera, tenía las mismas premoniciones que el niño en el vientre le envía a su madre biológica a través de antojos, olores extraños y una sensación de anticipación especial. Tal vez fue eso lo que envió a Lotus el mensaje y lo que la ayudó finalmente a encontrar el salón que había estado buscando desde que llegó a la

escuela. El hecho es que un martes en la mañana asomó su carita tras la maestra de educación especial, a quien no soltó hasta que le mostré la cajita de crayola y le dije que estaba sobre mi escritorio, esperándola. ̋Es una cajita mágica de Crayola”, le dije y lo creyó de inmediato porque tenía una imagen de Campanita con su varita mágica.

Me exploró, exploró a los niños, el salón y decidió intentarlo. Se quedó con nosotros todo el día y le conferí el título honorario de “Mi Ayudante”. Fue un día divertido y difícil, ya que ella mostró todas sus emociones en conflicto. Ella también movió nuestras emociones y regresé a casa totalmente exhausta con el antiguo deseo de ESCAPAR. De hecho, la mayoría de los niños sintieron el mismo deseo. Los verdaderamente autistas simplemente se fueron a su universo privado y aquéllos que ya habían desarrollado algunos rasgos rudimentarios de identidad sencillamente querían irse a casa.

Regresé a mi antiguo deseo de empacar unas pocas pertenencias y llevarme a mis perras Mango y a Cinnamon a una montaña lejana en el medio de nada, donde no hubiera Internet, ni teléfonos celulares. Sin embargo, esa noche decidí más bien cubrirme la cabeza con mi colcha y tratar de dormir, un sueño agitado e inquieto, frecuentemente interrumpido.

Lotus estaba haciéndose un espacio en mi interior. Se sentía como si hubiera llegado a mi hábitat y hubiera decidido hacer de mi armario su espacio personal. Movió mi ropa de un sitio a otro y trajo consigo algunas cosas. Esto no me importó demasiado porque es bien sabido que las niñitas chinas son pequeñas y tienen pies diminutos. Sin embargo, también trajo consigo una pesada maleta emocional que parecía más grande que mi casa. Como es tan persistente, no sé qué hizo o cómo lo logró, pero cuando terminó, todo lo suyo estaba en la mitad de mi sala de estar y exhibía un aire

de satisfacción, muy similar al que muestran mis perros, que parecía decirme ¿”Qué vas a hacer ahora”?

Honestamente, no tenía ni la menor idea, pero desde ese día en adelante, Lotus ha venido a mi salón todos los días durante una hora y cada día es un nuevo descubrimiento.

A Lotus le encanta ser mi ayudante. La empodera y le da un sentido de misión, nuevo para ella, que la hace sentir importante y valorada. Hoy, recibió un marcador morado con escarcha como gesto de nuestro aprecio y vi una nueva luz en sus ojos. Lotus es generosa y dadivosa y se puso muy triste porque trajo una bolsa de dulces a la escuela para compartirla con mis niños y otros niños se la quitaron y se comieron todos los dulces. Comparte sus metras y siempre está pensando en cuáles de sus cosas les encantarían a mis niños.

Ser mi ayudante no es una tarea tan fácil como parece y ella sabe que toma tiempo y debe realizarse en sesiones de una hora diaria y puede tomar meses. El primer día que vino no quería hacer nada y veía a mis niños con desprecio. No se había dado cuenta de que ella era la más descoordinada de todos y de que su escritura era prácticamente ilegible. Sólo veía las imperfecciones de los demás y estaba totalmente ciega ante su propia naturaleza que no estaba muy lejos de la de ellos.

"¿Alguna vez se convertirán en médicos o abogados?“, me preguntaba, como si entendiera lo que conllevaban esas profesiones. “Tal vez”, le respondía, “...pero lo que si serán es felices y ésa es la profesión más importante y difícil en la vida”.

Normalmente, Lotus escapaba de su clase de educación física, pero se conmovió mucho con uno de mis estudiantes que, a pesar de estar un poquito pasado de peso y faltarle un pie, trataba de saltar cuerda y correr por el patio de recreo con los demás niños, no sin antes preguntarme: “¿Puedo caminar en lugar de correr?, hoy me duele un poquito la pierna”. Esto impresionó mucho a Lotus

y la hizo descartar su resistencia a seguir las órdenes del entrenador, puesto que se sintió muy intrigada por mi niño que alegremente hace gimnasia en el patio como si se estuviera entrenando para las Olimpíadas.

El segundo día le dije a Lotus: “Síguelo y asegúrate de que no se caiga, hazlo sentir seguro”. Allá fue a cuidarlo con una atención amorosa. También cuidaba a una de mis princesas errantes que consideraba que el patio de juegos era su dominio y que no hacía caso del cono naranja que el entrenador colocaba para que ella pasara por allí y marcara un punto. Lotus se aseguraba de que mi princesa siguiera las normas: algo que ella siempre trataba de evitar.

También se ha convertido en el modelo de buena conducta para los niños en el patio de juegos; monitorea su escritura y les lee en voz alta. Se cerciora de que el pequeño jardín que cultivamos como un experimento de clase prospere sin problemas y de que los niños no viertan más agua de la necesaria en sus vasos plásticos. Los dirige y guía como si fuera una adulta.

Se asegura de que todos los lápices estén afilados y de que todos me presten atención. A pesar de su evidente falta de capacidad de concentración, ayuda a aquéllos que no prestan atención y se une a los que sí lo hacen. Hoy, por primera vez, la vi jugando armónicamente con mis niños, riéndose y olvidando que ella es mejor que ellos.

Hoy, sus nuevas palabras fueron “bondad” y “compasión”. “Lotus, ten paciencia, desarrolla tu compasión””, le dije cuando quería escapar porque mis niños no querían hacer lo que les ordenaba, algo que normalmente hace en su “reality show”. “Los ayudantes deben hacerse amigos primero y tener paciencia”, le dije. "Inténtalo Lotus y verás que hacen lo que quieres”.

Esta vez no escapó, sino que se devolvió hacia donde estaba con los niños en el patio de educación física y con bondad les pidió que se sentaran. Cuando, de hecho, así lo hicieron se volteó hacia mí, totalmente sorprendida, contenta y satisfecha con su recién adquirida habilidad. "¡Lotus eres la mejor ayudante!”, le dije cuando corrió a abrazarme.

Yo no estaba presente cuando la maestra de educación especial la fue a buscar a su clase de arte, pero luego me enteré de que ésta última se sintió muy sorprendida cuando vio lo triste que estaba Lotus mientras obedientemente empacaba sus marcadores para irse a su lección con ella. Caminó en silencio y no causó problemas. Ya había internalizado que la niñas que se estaban entrenando debían hacerlo una hora por vez. Cuando llegó a su salón de clases regular le dijo a la maestra:

“Todavía la quiero, pero no quiero estar en este salón”.

Más adelante, cuando mis niños y yo estábamos en la biblioteca, recortando papeles de diferentes colores para hacer un collage personalizado, uno de los niños, el que siempre está recordando cómo sonreír y que está aprendiendo a hablar me preguntó en voz alta: ¿”Y no le vamos a hacer un collage a Lotus”? Y otro respondió: “¡Sí, Lotus! ¡Lotus es una de nosotros!”

Lotus me enseñó lo que es bondad y compasión, amor y ternura. Empecé a ser más paciente conmigo misma, con mis cambios y los de ellos y gracias a ella ya no temo echar una mirada a su enorme baúl de emociones o a hacer espacio para sus cosas en mi armario porque Mango, Cinnamon y los niños en mi salón, junto con la Sra. Luz, están allí para ayudarme a transformarme y cualquier reto se ha convertido en una maravillosa aventura de auto-descubrimiento.

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